Radiante Oscuridad
El fin de semana, mientras Irma hacía destrozos en las Antillas y a nosotros nos tocaba solamente los fuertes aguaceros, que se extendieron a lo largo de toda la noche; estando en Cabuya como es costumbre todos los fines de semana; la luz se fue.
Esto es tan habitual, que el fin de semana que no ocurra, hay que llamar a Unión Fenosa para reportarlo. Casi debo agradecérselo, ya que las horas que pasé en completa obscuridad me permitieron avivar tantos recuerdos, que hoy puedo compartirlos con ustedes.
Cuando hay fluido eléctrico hay mucha luz y además, mucho ruido que nos impide ver y escuchar todo el mundo que se agita en la oscuridad.
En un momento de receso que tuvo la lluvia, salí al portal para disfrutar un instante de la completa oscuridad que envolvía al pueblo y me asombré de ver las numerosas luciérnagas que brillaban en la noche y me vino a la memoria mi niñez, cuando tenía diez años y acostados en el llano le pregunté a un amigo: dónde irán las luciérnagas cuando se ponen muy viejas y sin tardar el me respondió: se convierten en estrellas para seguir alumbrando. La respuesta fue tan oportuna, que todavía hoy la recuerdo y pienso que fue como una respuesta de un abuelo, pese a que él solo tenía 12 años.
La noche corría y una tenue claridad se abría paso entre la espesa bruma de grises nubes que cubrían el cielo, mientras un coro de sapos alentaba a la luna para que saliera, pero a pesar de la serenata, era imposible para ella asomarse y escuchando los sapos, cantar a su amada. Me vino a la memoria una canción del sur, sobre la locura de los sapos por adorar la luna, que es locura eterna de todo poeta. En verdad se han preguntado cuántas canciones se le han hecho a la luna y en cuántos idiomas entre ellos el de los sapos? Será que no saben que la luna es fría, porque le dio su sangre a las estrellas, pero en fin, aún así le seguirán cantando.
Unión Fenosa continuaba con su reglamentario apagón y la vela que yo había prendido, ya estaba llegando a su fin y como se notaba que la luz no llegaría pronto, le puse kerosene a una lámpara y la prendí y nuevamente me transporté a mi niñez. Hacía muchos años que no me alumbraba con una lámpara de kerosene y pasaron por mi mente todas las actividades que se desarrollaban alrededor de esa lámpara y que todavía puede prestar su servicio y cuántas personas hoy día nunca han visto una lámpara de esas alumbrando o mejor dicho, cuántas personas en este país, todavía se alumbrarán con una lámpara así todos los días?
La noche siguió en silencio, solo con el cantar de los sapos y así llegó las 11:20 de la noche y preferí acostarme con la tenue luz de la luna, que esa noche no saludaría a sus adoradores.
Pero yo en silencio lo que le pedía era que cuidara a sus hijos en todo el mundo; a todos los albinos que en lugares como el África Subsahariana, donde son obligados a esconderse para no ser cazados y quitarle los miembros para curar, alguna dolencia o simplemente como amuletos. Los albinos se dicen hijos de la luna.
Y así concluye mi día, mientras Irma sigue derramando su ira y yo (no queda de otra) agradeciéndole a Unión Fenosa por regalarme otra noche en completa oscuridad.