¡Pudo ser cierto! Pero…

 

Hay autores que por algún motivo, por lo general de carácter subjetivo o no lees o evitas leer; eso me ocurre a mí con el premio Nobel Vargas Llosa.  Resulta ser, que en esos largos viajes para ir a Rusia y el estar sentado por horas interminables, la lectura es la actividad mas idónea y casi por casualidad se leyeron un libro de este señor y ahora me lo recomendaron como distracción y recordéis de un pasado no tan lejano de nuestra América.

Se trata de “La Fiesta del Chivo”, novela que trata sobre los últimos días de la sanguinaria dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana (1961) y menciona o narra cual fue la suerte de los descendientes o los cachorros de la bestia después de su muerte.

Tenía dos hijos varones, uno llamado Ramfis que era una especie de gigolo con dinero, que podía gastar a su gusto y murió en España en un accidente automovilístico en su propio carro.  El otro llamado Radhamés, que lo pintaban como un personaje gris con poco cerebro, sin ambiciones, cuya única aspiración era divertirse en fiestas y mujerear.  Ese se vino a vivir a Panamá en el más completo anonimato “según la novela”

Si bien las novelas pueden ser, todas, gran parte o en alguna medida parte del imaginario del autor, mucho de lo narrado es veraz y este señor vivió en Panamá.  Lo que yo no sé es si de manera anónima e insignificante como se cuenta en la novela.

Se cuenta también que un buen día desapareció y no se supo más de él, hasta que de Colombia se dice que los “traquetos” lo habían ajusticiado por ajuste de cuentas y se conoció entonces que estaba involucrado en líos de droga y lavado de dinero.  Como otra versión muy tenue como para cerrar el punto, se mencionó y también lo dice la novela, que otra versión decía que el hijo del “Benefactor y padre de la Patria Nueva” como se hacía llamar Trujillo, trabajaba para la CIA y por sus servicios le habían cambiado la identidad y se había realizado una cirugía en la cara.

Lo cierto es que el señor nunca más apareció ni vivo ni muerto y el tiempo y la memoria se lo fue tragando hasta borrarlo incluso del imaginario de sus connacionales, aunque hoy me asaltan muchas dudas y me coloca frente  a unos recuerdos que tenía casi perdidos y hoy comparto con ustedes.

Un poco más de una década después de esa época, yo ya era un profesional y conocí a un personaje con una profesión afín. Era  un gran profesional muy crítico, analítico en todo.  Disentíamos mucho pero siempre con una base científica, lo que hacía interesante toda discusión.  Políticamente teníamos ideas encontradas y era la causa de muchas discrepancias, pero fue la causa también de ir forjando una gran amistad.

 

Un día cualquiera que conversábamos me pidió que lo escuchara, que estaba muy preocupado y necesitaba hablar conmigo y esta fue su historia: El y su hermano tenían doble nacionalidad y latino al fin, le tocaba ir al frente en el conflicto armado de entonces; Vietnam, el hermano fue y a él le tocó otro trabajo, trabajar para la “compañía”.  El tiempo pasó y cada quien trató de cumplir su misión; el hermano lo tomaron prisionero, estuvo preso dos años hasta que fue rescatado y devuelto a casa.  A un hospital psiquiátrico militar con severos problemas de adicción y paranoia.  Pasado un tiempo se lo entregaron para que lo cuidara en su casa mejor que en un hospital.  Para él, esto fue un infierno, ya que lo tenía que tener sedado la mayor parte del tiempo y conseguirle droga para evitarle las crisis y además amarrarlo todas las noches porque se le escapaba para cazar ratas y comerlas crudas.

Que tu leas este relato es una cosa, pero que te lo cuente el afectado, es algo muy distinto.

Al ver que para él le era totalmente imposible lidiar un enfermo de esta naturaleza, no le quedó de otra que pedir que se lo internaran en un hospital especializado, con personal idóneo para atender estos casos que dicho sea, eran numerosos; pidió además su baja en donde cumplía misiones y se regresó a Panamá para formar una familia y vivir una nueva vida.  Hasta aquí todo bien.

El problema retorna porque después de dos años aquí y con una familia formada, recibe la visita de sus antiguos jefes y le informan que debe cumplir con una nueva misión y eso a mi amigo le dejo totalmente consternado.

Los día fueron pasando y a estos siguieron los meses y mi amigo se perdió y no supe más de él, hasta que año y medio después me informaron que había muerto de un infarto prematuro por allá en una isla de las Antillas, donde se había ido a radicar.

Se cerró un expediente y quien se acuerda de él ya?  Es solo un detalle en el enmarañado laberinto de nuestras vidas y un final quizás de la vida que le tocó vivir, igual que a Radhamés Trujillo, sin saber a ciencia cierto si murió o no, o dónde quedaron sus restos.

 “Cuando hallamos cruzado, tu y yo el negro velo.

El mundo impasible continuara girando.

Y tu vuelta y venida, le dará tal recelo…

Como al mar si arrojaras, un guijarro del suelo.

Omar Kayan.

Como Manada de Primates

 

Ya desde el año pasado les  había anunciado que desde que llegué a la edad de medio siglo, cada cinco o cada 10 años, trato de realizar una aventura extrema, para probarme yo mismo y saber que aún estoy vivo.  Luego de empezar esta aventura de compartir con ustedes mis vivencias, cumplo con mayor énfasis este auto compromiso y espero mantenerlo hasta que mi aventura “extrema” sea la de caminar 10 metros lineales sin ayuda y poder contárselo o compartirlo con ustedes.

Ya saben que estoy en los ¾ de siglo y decidí  con mi hijo que es mi cómplice de aventuras, ir a Boquete tree-treck y realizar el tour de canopy; lo que yo nunca supe era de cuántos cables se trataba y de qué largo serían esos cables.

Cuando llegamos allá, me entero de que se trata del canopy más largo de Panamá y está compuesto de 11 plataformas construidas en árboles gigantescos y nada más y nada menos que 12 cables.

Bueno, como estuvo el recorrido?  Excitante desde luego; que las piernas me temblaban y en el primer “aventón” la adrenalina se desborda como también se desbordan los estatolitos, pero cuando llegas a la estación ya empiezas a disfrutar realmente de la aventura y empecé a apreciar el paisaje y a verme dentro de ese majestuoso entorno más allá del verde de diferentes tonalidades  y cruzar por los aires, el río una y otra vez, hasta llegar a la estación 7 y descansar con el grupo para luego partir a las 5 restantes, Mientras esperaba al resto del grupo se me afloraron los genes de primate y me veía como parte de una manada de lémures correteando en el bosque.

seguro de vida

Aunque somos Homo sapiens, seguimos siendo primates aunque no tengamos rabo y caminemos erguidos, pero algo nos une y nos movilizamos en comunidad, aunque por motivos diferentes y es ese motivo diferente lo que nos permitió surgir y poblar la tierra aunque aún conservamos ADN de los otros homínidos y otros géneros como los orangutanes y los lémures.

Le has visto la mano a un mono tití? Y utilizan el dedo pulgar casi igual que nosotros los sapiens.

Bueno, dejamos la biología y la genética para otro día, que hoy el tema son mis tres cuarto de siglo o lo que es mejor, mis bodas de diamante con la maestra vida y mi aventura extrema para celebrarla.

Qué haré el otro año si todavía estoy por acá? No quiero pensarlo aún.  De pronto conducir en la metrópoli y sortear los huecos en la calle y soportar los tranques, ya es una aventura extrema y todo indica que se pondrá peor.

Para finalizar les digo que la aventura del canopy es sencillamente excitante, vayan y derramen un poco de adrenalina, a mí por lo menos, como dijo Facundo Cabral; “ nada dejé ni he perdido lo traje todo conmigo”, así que no creo que deba ir a buscar nada arriba de esos árboles.  Mi etapa de primate la doy como prueba superada.