El Manguito
Cabuya es un pueblo con muchos árboles de mango. La gran mayoría son longevos, enormes y frondosos.
Hace 10 años contabilizamos 28 variedades diferentes de árboles de mango solo en el pueblo, pero hay un árbol de mango; que nadie sabe o le conoce un nombre, su estampa no es atractiva y sus frutos podríamos decir que son de mediana calidad, sobre todo por la cantidad de fibra en su pulpa.
Este árbol es conocido por toda la comunidad. Todos en algún momento de su vida se han detenido a comerse uno o dos mangos bajo su rala fronda. Todo el mundo lo conoce como “El Manguito” y está ubicado en la cerca frontal del Cementerio de Cabuya. “Cuando me lleven para el Manguito” por decir cuando muera o ya está bajo el manguito por decir, lo enterraron es muy común escucharlo.
Muchos comentarios se han tejido en torno a este árbol, sobre apariciones o luces y aunque nadie lo ha comprobado, todo el mundo termina guardando un especial respeto.
Quique “ Quijano” cuenta con mucho detalle lo que le ocurrió un día. Venía de donde el señor Guadalupe Cerda que lo estaba enseñando a rezar el rosario en velorios y novenarios. Caminaba desde Barreto hasta el pueblo.
Al llegar caminando por esa carretera de tierra y charcos de agua a la Quebrada Grande, empezó una pertinaz llovizna que lo acompañaba hasta pasar frente al cementerio. Se estaba mojando y no llevaba ni sombrero, por lo que pesó; me voy a guarecer bajo el manguito y espero que pase esta llovizna y así lo hizo.
Se recostó junto al tronco del árbol y se dispuso a esperar cuando a lo lejos divisó a un hombre que apurado, se acercaba tapándose con un cartón las goteras que también lo mojaban.
Quique afinó más la vista y entre la penumbra que ya se avecinaba, descubre que el hombre que se acercaba era Pascualito su amigo y pensó… ¡qué bueno! Es Pascualito, así que mejor me voy con él y por lo menos nos acompañamos hasta llegar a su casa y si sigue lloviendo, allí puedo esperar.
No demoró mucho Pascual en pasar cerca al manguito y no había caminado muchos metros cuando Quique se pone en movimiento y le dice: Pascual espérame. Pascual escuchó la voz y apuró el paso, a lo que Quique le insistió, tratando de alcanzarlo. Pascual espérame. Pero Pascual en vez de esperar, empezó a correr y Quique corría detrás, mientras le repetía Pascual, soy Quique espérame ¡coño!
Fue entonces que Pascual se detuvo y le dice: tú por qué me asustas así, yo vi una sombra que salía del tronco del árbol. Estoy temblando, espera que tengo que tomarme un trago para poder calmarme y saco de su bolsa una pacha de seco y se apuró un buen trago
De inmediato, la ofreció al amigo que con avidez se tomó el trago suyo. Oye Pascual, así que me viste salir del tronco del manguito, casi te ocurrió lo de Manuel que le tiene miedo a pasar por el cementerio si está cayendo la noche y le pegó al caballo para que se apurara, el caballo se asustó, se resbaló y cayó justo bajo el manguito y Manuel se levantó y pegó a correr, llegó a la casa de Pedriolo primero que el caballo.
No te rías dijo Pascual, voy a tomarme otro trago que aún no se me pasa el susto. Bueno, dame otro a mí para acompañarte y así entre uno y otro trago de seco, siguieron los dos amigos alejándose cada vez más del manguito.
Bueno Pascualito, ahora si estas en el manguito y fuiste bien acompañado y alegre como eras tú; los únicos que faltaron fueron tus eternos compañeros con los que solías salir a cazar recuerdos y anécdotas en el palo de mango del parque pero de seguro te echarán de menos.
La verdad no supe si te pusieron los zapatos Flourchen como era tu deseo, pero primo no importa porque usted valla donde valla será un buen “pachuco” aunque no lleve los Flourchen. Esa tarde me serví dos tragos y escuche a Gardel en tu memoria, máxime que estamos en el mes Gardeliano. Hasta siempre Pascualito.