Hablemos de Gallos

Las peleas de gallos, los caballos, los casinos al igual que la lotería pueden ser considerados juegos de azar y como tal, crean adicción y pueden producir una enfermedad llamada “ludopatía.”

 

Bajo esta premisa deseo en esta ocasión compartir con ustedes una de mis vivencias.

 

Yo soy hijo y familia de galleros de mucho tiempo, mi padre y mis tíos fueron galleros conocidos, no sólo en el distrito de Chame, sino en todo Chorrera y Azuero y aunque a mi no se me permitía ir a las peleas de gallo, crecí dentro de ese círculo.   Ya graduado y trabajando en la Reforma Agraria, el Ing. Castrellón de la Oficina de David me regaló un gallo que lo llame Laredo, porque fue  el primer nombre que vi en una cantina de la comunidad de Remedios.

 

A Laredo me lo crio un criador amigo de mi tío, hasta que fue hora de llevarlo al Club Gallístico, pero sin mencionar de qué cuadra procedía el gallo.

 

Al evento me acompañaron todos los amigos y compañeros de la oficina. Una pelea con un gallo desconocido, igual que toda la barra que lo acompañaba, como que no ofrecía confianza, así que llovieron las apuestas hasta con gabela.  La pelea fue emotiva, la ganamos y arrasamos con las apuestas.   Después de esa pelea mi gallo Laredo ganó tres peleas más y yo asistía a donde fuera necesario desde Chepo hasta el sur de Soná.

 

El último desafío, fue en El Nancito del Oriente Chiricano y ya de regreso me puse a pensar en el gran riesgo de manejar tan lejos solo a ver pelear un gallo; las apuestas cada vez eran más altas y a mi cada vez me atraía más ese juego.  

Llegando a Panamá tomé la decisión de regalar al cuidador el gallo y sin mirar atrás me aleje hasta hoy de las galleras y todo lo que ella representa.

Cuánto dinero; ¿fortunas y bienes han sido apostadas a las patas de un gallo? Y todavía se siguen apostando.  La adicción es tal, que en medio de una pandemia hay grupos de personas que se arriesgan a desafiar a la autoridad y al virus del Covid por asistir a una pelea de gallo clandestina.

A raíz de los toques de queda y las cuarentenas, ya han salido los propietarios de negocios de “los gallos”, a pedir apertura para sus negocios, aduciendo que había numerosas personas que dependían de esa actividad; cosa que es totalmente cierta, ya que empezando con la alimentación para esos gallos es especial y no barata; luego el “correteo” o entrenamiento a estos animales, luego a la hora de la pelea hay que calzar (ponerle las espuelas) al gallo y esto lo hace una persona con esta experticia y coloca las espuela adecuadas.

 

Tanto las espuelas, la goma, los medicamentos, equipo para entrenamiento y cajas para transportarlos, requiere de personas, artesanos profesionales dedicados a estas tareas.

 

Por otro lado, las organizaciones protectoras de animales están pidiendo que ya que se suspendió esta actividad, se prohíba del todo como ha ocurrido en otros países.  El debate está planteado y argumentos hay a favor y en contra.

 

Los que están a favor, alegan que esta actividad tiene ya un arraigo en la población, ya  que fue traído por los españoles y que además genera empleos directos e indirectos que generan no solo las peleas, sino la crianza de todos estos animales.

 

Los grupos en contra enfatizan además de los problemas de convivencia que causa la crianza, los asociados a las peleas en sí, ya sean económicos como de consumo de alcohol, pero los problemas éticos morales son en los que se hace más énfasis, ya que el que fueran los españoles los que trajeron esa costumbre no es un argumento válido, puesto que sabemos quiénes eran los que se atrevían a cruzar el atlántico para venir al nuevo mundo y cuáles eran sus motivaciones.

 

Si vamos al aporte cultural, ni criar gallos y entrenarlos para que peleen si es posible hasta morir, criar perros y entrenarlos a punta de palo para que ataquen a un contrario con ferocidad o tratar de arrancarle la cabeza a un pato previamente enterrado en el suelo; por donde lo mire es una salvajada y no aporta nada al acervo cultural de ningún pueblo.

 

Les comparto otra anécdota: el archipiélago de Las Perlas poblacionalmente está formado casi en su totalidad por afrolatinos descendientes de esclavos españoles y/o negros cimarrones.  Existe en estas islas costumbres españolas muy arraigadas entre esas, las peleas de gallo.  En comunidades pequeñas con difícil conectividad, esta es la distracción de todos los fines de semana.

 

La Guinea es quizás el corregimiento más pequeño y con menor cantidad de población de todo el distrito de San Miguel, pero absolutamente todos son fanáticos de las crianzas y peleas de gallo.  Salvo los que están en cuido, que están amarrados en cada patio de casa; deambulan libremente decenas de gallos por todo el pueblo y desde luego que cada quien conocerá los suyos, pero esto no es lo extraordinario; sino que si deseas criar pollos de engorde o gallinas ponedoras, las tienes que criar en jaulas.  No les puedes dejar sueltas con los gallos porque contaminarías la pureza de las razas y bajarías la calidad de los mismos. ¿Puedes imaginarte cuánto cuesta un pollo para comértelo en esos lugares?

 

Para concluir, vuelvo a preguntar: cuál es el aporte cultural que dan estas actividades a la sociedad de cualquier país, pero no es menos cierto también que España prohíbe las peleas de gallo, pero produce y exporta huevos fértiles de razas mejoradas.

 

En Cuba se hace lo mismo.  En Colombia también están en algunos departamentos, pero anualmente tengo amigos que encargan a viajeros a Medellín, espuelas, medicamentos y todos los enseres requeridos y que aquí no producimos.  Es más, si tienes los contactos y te atreves a pasarlos por el aeropuerto, podrás conseguir espuela de carey; que está tipificado como crimen ecológico por lo de las tortugas.

 

Luego entonces, todo esto nos dejar un amargo sabor a impunidad y a doble moral. ¿Qué crees tú?

 

ING. BLAS MORAN