Jueves Santo

 

Hoy es jueves 14 de abril.  Jueves Santo para los que celebran la Semana Santa.El día está como todos los jueves santo; lúgubres, gris y con amenaza de lluvia.La tarde empieza y escuchando el noticiero desde Cabuya, resaltaba el locutor la importancia del día jueves, ya que en este año coincidentemente los católicos celebran la última cena de Jesús con sus apóstoles, el beso de Judas, el anuncio de la negación de Pedro a su Pastor, la primera Eucaristía y como colofón el lavatorio de los pies a los12 apóstoles por Jesús, mientras, los judíos celebraban la Pascua. Otra fiesta religiosa para los judíos.                                 

El pasaje del lavatorio de los pies me trajo a la memoria una anécdota de su niñez que me contó en la universidad mi dilecto amigo y colega Ángelo y hoy lo comparto con ustedes.

 

Ocurrió en Penonomé donde vivía el niño Ángelo y cuyo pasatiempo preferido era jugar futbol; más bien patear pelota.  Dentro de sus obligaciones del día jueves santo estaba la de vestirse de apóstol y asistir a la ceremonia del lavatorio de los pies, en la iglesia de la ciudad.

Ángelo aprovechó desde la mañana para reunirse con toda la gayada, ya que estaban en vacaciones de Semana Santa y jugar futbol todo el día era una posibilidad…

 

La tarde avanzó con rapidez y la ceremonia del lavatorio ya iba a empezar y faltaba un apóstol, el que jugaba futbol.

 

La madre muy preocupada lo mandó a buscar al campo de juego y Ángelo apenas le dio tiempo de quitarse el suéter y la pantaloneta, colocarse una sotana y vestirse de apóstol.  Se quitó las zapatillas y se puso unas cutarras, se incorporó  a la ceremonia que ya había empezado con 11 apóstoles.

 

Ángelo me contaba que a el jamás se le olvidaría la cara que puso el cura al lavarle y besarle los pies y tampoco se le olvidaría el castigo impuesto por su madre por tan terrible irreverencia.

 

Esta anécdota me llevó a un tema muy correlacionado.

 

Por coincidencia el miércoles santo; se conmemoraba el día mundial contra el trabajo infantil y daban el dato de que el 70% del trabajo infantil del mundo, está en el sector agropecuario; y aunque Panamá recibió reconocimiento de la OIT por haber bajado a cero el trabajo infantil, en el cultivo de la caña, aún quedaban indicadores no tan bajos en otras actividades.

 

Independientemente del mugre y la pestilencia de los pies del niño “apóstol”, eran los pies de un niño feliz, pero en la misma época, en la misma provincia, pero en otras áreas como los cañaverales de las empresas azucareras, los pies de muchos niños, cubiertos de hollín y cenizas sorteaban brasas todavía humectantes, recogiendo caña para cargar las carretas que debía llevar al batei del ingenio, antes de que cualquier otro envío.  Por otro lado, en los campos de cebolla los pies de muchos niños cubiertos de lodo, era la mano de obra barata que se encargaba de sembrar los plantabandas con plantones de cebolla en la tierra recién empapada.

 

Mientras, un poco más allá en las salinas de Aguadulce, pies de niños cubiertos de fango y lama acompañan a sus padres a extraer la última zafra de sal, ya que las lluvias pronto llegarían.

 

Esto me trae a la memoria otra anécdota, pero ya no en Coclé sino en los Santos.

 

Como dije al principio los días de la Semana Santa son grises y lo más seguro es que en el cambio de luna cae el primer aguacero y con él se suspende la zafra de la sal.

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Bajo un candente sol de mediodía una familia completa se dedicaba a sacar la última sal de la zafra.  El padre llenaba los sacos para sacarlos y llevarlos fuera, mientras la madre en compañía de dos niños rastrillaba en los destajos, la sal que el sol había dejado al descubierto, al evaporar el agua de mar.  De pronto, una espesa nube gris fue cubriendo el cielo y cubriendo al hombre que trabajaba con una gran preocupación por la posibilidad de una lluvia.  Mientras tanto, los niños suspenden su labor, para aprovechar la inesperada sombra y empiezan a cantar “que llueva, que llueva, la virgen de la cueva (si fuiste niño, alguna vez, ponle la música).

 

Unas gruesas y dispersas gotas de agua empezaron a caer, mientras los niños cantaban de nuevo.  Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva; el padre los voltea a ver y con una preocupación que se transformaba en molestia, les canta: que llueva, que llueva y  mañana comen mierda.

 

Volviendo a nuestro tema, ¿quién lavaría los pies de estos niños?  De seguro que la madre, para que el día viernes asistan a la procesión de Viernes Santo porque el sábado, si no ha llovido, hay que regresar a los esteros y nuevamente ensuciarse los pies en las albinas bajo el inclemente sol de temporada, aunque alguna nube lo oculte por rato.

 

Pareciera que desde los tiempos bíblicos era lo mismo; lo cierto también es que en nuestro medio sigue ocurriendo lo mismo en nuestro campo. Porque pareciera que  “el pasado conquista nueva cara!”

 

 

ING.  Blas Morán

Abrill, 2022