Por Fin un Nuevo Censo

 

Hace unos días se anunció con titulares, que, por fin, después de tres años se realizarán los censos de población y vivienda.

 

Esta es una actividad que en el mundo se realiza desde los tiempos de los egipcios y los romanos.  Recordarán que Jesús nació en Belén, porque sus padres tenían que ir allá a empadronarse.  Aquí, después de 2010 años, se realizaron unos censos” para no recordarlos”, por lo poco profesional, desorganizado y salpicados de corrupción y al final resultó, que el Tribunal Electoral tenía más habitantes que los que reportaban en el censo de población.

Que diferencia a cuando la directora de Estadística y Censo era la Dra. Carmen Miró y los censos y estadísticas de Panamá eran elogiados en el mundo entero; que orgullo sentía un profesional cuando escuchaba fuera del país “las estadísticas de Panama son altamente confiables”.

 

No sabemos cómo será este censo a realizarse en otro siglo; recién pasados de una pandemia y con grandes y nuevas expectativas.  Lo único que esperamos es que no se parezca en nada al anterior (2010).

 

Hay un tema colateral que a mí como investigador y profesional preocupado por los aspectos forestales debo plantear.

 

En la década del 80 se realizó en Latinoamérica una encuesta para determinar el consumo de leña en los países de la región, ya que se preveía, que para el año 2000 habría tal escasez de leña, aumentada por la pobreza que afectaría negativamente la cobertura vegetal de los países y expandiría la frontera agrícola, con todos los problemas sociales y ambientales que eso conlleva.

 

En esa encuesta resultó que Panamá era de Centroamérica, el país que menos leña consumía y el consumo se acumulaba en las provincias centrales y Chiriquí; aunque esta situación se fue aumentando tanto, así como la economía se fue deteriorando.  Y en aquel “censo para no recordar” que se dio en la década “donde le ponían plata en el bolsillo a todo panameño”, el consumo de leña en Panamá aumentó y nadie se inmutó.  En el siguiente período gubernamental el consumo no disminuyó y aparte de ello se da un interesante detalle.

 En un cuarto de página una empresa de gas se hacía publicidad porque había contribuido a mejorar la condición de salubridad y modernizar a campesinos de la Yeguada de Veraguas, regalándoles estufas de gas y ya no tendrían que utilizar la insalubre “leña”.  Dos semanas después me enviaron una foto de un campesino a caballo, cargando un tanquecito de gas, porque los carros no podían llegar dada las condiciones de la carretera. En realidad, aquí no hubo otra cosa que una movida comercial para crear una necesidad a largo plazo, en un grupo de personas que a partir de ese día tendrían un gasto adicional en sus vidas.

 

Con los compromisos adquiridos por Panamá, en los acuerdos de Paris (ODS) para enfrentar el cambio climático, así como para disminuir la huella de carbono, se han tomado varias medidas medio ambientales, entre ellas la prohibición de la tala de manglares con diferentes fines.

 

Esta medida es buena pero incompleta, ya que no se les da a los productores una alternativa para la producción de leña y carbón (que es su modus vivendi) y esto promueve el clandestinaje, la tala ilegal y la violación de las leyes promulgadas.

Estudios realizados nos permiten saber que, con la siembra de dos hectáreas de especies para leña, era suficiente para abastecer la producción de leña y carbón de manera sostenible en las comunidades de Sajalices y Esparvé.

 

Volviendo a nuestro tema del censo de población, hacemos votos porque sea eficiente y eficaz en toda la información que se recabe y en el caso de la leña, que sabemos que su consumo ha aumentado, sepamos hasta cuánto y en dónde.

 

Esta información nos permitirá saber hasta cuánto ha aumentado la desigualdad y cuánto esfuerzo deben retomar nuestras instituciones para proveer de un recurso que no nace solo, que el hombre debe producirlo sin depredar el medioambiente.

El problema no es el consumo de leña; el problema es de donde se extrae y como la consumimos.