El Olor de las Ciruelas

Hace algunas noches, deshojando recuerdos de otros veranos en Cabuya, sacamos a relucir los diferentes árboles y jobos que había en los distintos caminos hacia el río y tanto de jobos, como de ciruelas, salió una nutrida lista de nombres.

 

Me vino a la memoria la novela del premio nobel García Márquez “Los Funerales de la Mamá Grande” y comentaba: si cada clase de ciruela tenía una reina, a ese funeral asistirían muchas reinas.  El tema saltó casi sin poner punto y aparte a las ferias y festivales que no existían en Panamá y salió a relucir la ciruela.  A diferencia del atlántico colombiano, donde en un pueblo relativamente pequeño era una fiesta grande y se exaltaba la ciruela “micoya” con su reina, bailes y refrescos, mermeladas, salsas, guisos, conservas, todas preparadas con esta ciruela.

 

 

De allí el tema saltó a cuando casi todas las ciruelas y jobos se podían comer y saborear sin temor a que fueran un cultivo de gusanos.  ¿A qué se debe esto? Preguntaban.  Esto es parte de la catástrofe en que ha venido cayendo el sector agropecuario panameño desde hace más de 30 años.

Panamá contaba con una plantación y fábrica de jugos y pulpa de naranja, propiedad de un solo hombre (multimillonario).

  A Centroamérica llegó la mosca del mediterráneo; ¿y que creen?  Panamá entró en el programa de control de esta mosca porque atacaba a los cítricos.  El señor Daniel K. Ludwing cambió su inversión para Brasil y desde entonces se fueron reduciendo los controles de la mosca por la OIRSA y luego entraron otras moscas fruteras que atacan no solo a los cítricos, sino a diversos frutales como los mangos, todas las ciruelas y otros frutos silvestres.

 

Las áreas húmedas de Panamá son vorazmente atacadas por las diferentes moscas fruteras que ya están en el medio.  Una campaña con moscas estériles podría ser lo indicado, pero son programas altamente costosos y a largo plazo, así que las posibilidades se ven muy lejanas con las prioridades que tiene este sector para nuestra economía.

 

Volviendo al tema de las ciruelas; aprendamos juntos un poquito sobre la historia de esta fruta que está entre nosotros desde antes de la llegada de los europeos.

 

Empezamos diciendo que las ciruelas se dividen en dos grupos: las amarillas con diferente intensidad en el color y tamaño, cuyo nombre científico es Spondias mombin y las rosadas hasta púrpuras cuyo nombre es Spondias purpúreas.

 

Según los historiadores, a las amarillas se les conocía desde entonces con el nombre de Houbo, Jobo, en lengua taína y Jocote, Xocotl en lengua náhuatl.

 

A la llegada de los europeos ya esta fruta estaba diseminada por todas las Antillas y Centroamérica.  Cristóbal Colón la reporta en su primer viaje en Honduras, cerca al Cabo de Nombre de Dios.

 

El nombre de ciruela fue acuñado por los españoles por la similitud con las ciruelas europeas y fueron llevada a Perú desde la gobernación de Nicaragua, por lo que en muchos lugares de Suramérica son conocidas como ciruelas de Nicaragua (las rojas).  Como dato curioso, Panamá es el único lugar en donde algunos utilizan el término Cigüela con el complemento “micoya” posiblemente haciendo referencia a el área nico-costarricence de Nicoya de donde procedía la semilla.  Esta es precisamente la ciruela objeto de ferias y festivales en la costa caribeña de Colombia.  ¿Por qué allá se conservan sanas y hermosas estas frutas? Porque existe un tapón del Darién que sirve de barrera para el paso de las moscas fruteras.  Ojalá y sigan impidiendo el paso de esos insectos para que puedan continuar teniendo reinas de la ciruela pueblitos a veces olvidados de Dios y del Diablo.

Mientras nosotros, los de las zonas más húmedas del país seguiremos deshojando recuerdos de cuando cosechábamos jobos para hacer duros y chichas; con las fiestas de San Juan cortar racimos

De “ciruela San Juan”, cosechar ciruelas traqueadoras o moradas en Semana Santa y tanto otro producto de la variabilidad genética existente en esta especie.

 

En las áreas del arco seco donde todavía las moscas no se aventuran a llegar, que aprovechen y siembren ciruelas “micoyas”, el aroma de los jobos y sobretodo, que no dejemos morir ese patrimonio que nos legaron nuestros aborígenes y eso que por espacio de este escrito, no hemos tocado el tema de los beneficios terapéuticos y medicinales que tienen los jobos y las ciruelas, conocidos desde antes que llegara Cristóbal Colón a estas tierras.

 

SABÍAS QUE:

                         ¿La cáscara y cogollo de la ciruela tiene propiedades antisépticas muy eficaces?

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