Como todo un Pachuco
Hace ya unos fines de semana recibía desde Antioquia un whatsapp para actualizarme sobre el estado de la crisis por la que atraviesa una represa en construcción en esa parte del país.
Al despedirse el amigo me dice: “que la sigas pasando bien bajo un frondoso árbol de mango, pero no los de tu finca, ya que esos solo producen frutas. Me refiero al público, ya que ese aparte de frutas, produce historias que tú compartes con nosotros”.
Mi amigo Chepe estaba en lo cierto, ya que unas horas después crucé y me senté a tomar un poco de fresco y a los pocos minutos se acercó a los dos que nos encontrábamos sentados, mi primo hermano Pascual y nos saludó alegremente. No pude menos que asombrarme al ver la estampa del recién llegado. Era todo un “pachuco”.
Vestía pantalón blanco con basta angosta y doblada; camisa negra con adornos coloridos en el frente; sombrero tipo Panamá y sus zapatos “black and white” con puntitos blancos; solo le faltaba la leontina. Parecía salido de una foto del grupo cubano” Buena Vista Social Club”.
¡Pascualito! Le dije, está usted que es todo un Pachuco, hasta los zapatos. Sí, contesto. Es que ayer cumplí 90 años y me puse estos zapatos porque los tenía guardados y hoy cumplen 50 años de que los compré a plazos y me costaron caro. Los compré en B/.35.00. Ya les dije a mis hijos que quiero que me entierren con esta ropa. Sabes que la última vez que los llevé a limpiar al parque Santa Ana me cobraban B/.5.00. y no los he vuelto a limpiar como se debe.
Bueno, le dije, si deseas lustrarlos como se debe, ahora no se si exista alguno que sepa y quiera lustrarlos, pero de seguro que te cobrará mucho más de B/.5.00ya que ese trabajito es para un artista.
El tiempo transcurrió entre felicitaciones y anécdotas y luego cada uno nos dirigimos a nuestras respectivas casas y yo me fui recordando la sugerencia de mi amigo Chepe y su opinión sobre la producción del “palo de mango”.
Que edificantes es alternar con personas que como Pascual, enfrentan la vida con una sonrisa y a estas alturas vivan el día a día alegres y tranquilos. Lo veo pasar frente a mi casa todos los días que allí estoy, con sus cuatro perros a sentarse y charlar con el que esté y me digo, ya va Pascualito de casería, a cazar anécdotas y atajar recuerdos, cuando no; lleva su guitarra “la paraguaya” para cantarle en el cumpleaños de alguno de sus amigos.
Siempre de buen talante; con su cabellera al viento de Cabuya, ese que hasta hace poco era todavía negro aún a sus 80 y tantos años, pero que ahora es amarillo, producto del tratamiento que lleva, pero que igual que él, ni se cae, ni se pone blanco; se mantiene firme y de pie como el árbol de mango.
Primo, consérvate así, alegre; “jodío y jodiendo” como decía Lole.
Esta anécdota lo quería pegar con un cuento corto que tengo escrito y forma parte de un libro que algún día terminaré. El cuento es mas bien una anécdota que me contaron y que involucra a Pascualito, pero se haría muy largo este artículo.
Prometo compartirlo próximamente, mientras tanto, Felicidades primo, no siempre se cumplen 90 años y pueden vestirse de pachuco.
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