Una Charla bajo el Palo de Mango
Hace ya algunas semanas que me acerque al mítico “palo de mango” a saludar a los contertulios que allí se encontraban y entre esos tú y te pregunté: Hola Pachín y cómo estás? Me respondiste: aquí, como el que juega, pierde y vuelve a jugar. En realidad la respuesta da para muchas interpretaciones y yo, tomé la que a mi juicio era la mejor, la esperanza. Pero esta semana al llegar a Cabuya recibo la noticia de que habías partido a ese largo viaje que todos emprenderemos.
Esa noche me preparé un trago y en solitario activé el disco duro y empecé a desdoblar recuerdos de la infancia, cuando tú vivías en nuestra casa y mi papá se refería a ti como “mi otro hijo”. Yo era un niño, tú 6 ó 7 años mayor, pero nos mandaban a ambos a hacer los mandados correspondientes y así nos veían en la tarde a encerrar los terneros, en la madrugada a ordeñar (nunca aprendí), buscar leña, cargar agua, cargar ñame desde Tortuguilla; en fin, todo lo que los niños y jóvenes podían hacer sin que se considerara maltrato infantil.
Sabías Pachín que recuerdo? Las fiestas patronales de Chame. El día de San José nos mandaba a la procesión; nos íbamos a caballo por el camino del río hasta la casa del señor Quico Morán, para que no se cruzara a caballo la interamericana. A cada uno nos daban B/.1.00; .25ctvs para la limosna y .75ctvs para gastarlo. Después de caminar la procesión, ya casi de noche, emprendíamos el camino de regreso.
Era muy frecuente que en todos esos viajes se uniera Roberto Morán (padre) ya que por familiaridad,y pienso que por igualdad de edades, ustedes eran muy amigos.
Ese viaje de regreso para mí era todo un martirio, ya que los dos se unían para hacerme “buling”. Los cuentos de brujas, apariciones y muertos no paraban hasta llegar al pueblo. Me hacían quitar la ropa para que me la pusiera al revés y así evitar las brujas, yo rogaba que no se nos atravesara un “capacho” y venía rezando las pocas oraciones que me sabía.
Al día siguiente ya todo se olvidaba y volvía a seguirlos de rabo hacia donde fueran; y así iba aprendiendo la vida en el campo.
Sabes que recuerdo también? Cuando una de mis hermanas terminó su escuela primaria, papá vino a la ciudad; esos eran acontecimientos muy relevantes en la vida de una familia. El viernes regresamos a Cabuya y mi papá apuraba a Tom el de la chiva y le decía que apurara porque esa tarde el tenía que asistir a la ceremonia de su otro hijo en Chame y sabes Pachín, te cuento que yo sentía celos porque sentía que quedaba relegado a un segundo plano.
El tiempo siguió su curso y como dice Rubén Blades, creció el bigote y la responsabilidad y cada uno fue buscándose un lugar en la vida y arañando el porvenir.
Siempre me llamó la atención la innata habilidad que tenías para silbar; pocas personas podían como tu en esos tiempos, silbar una cumbia con todos los registros musicales y los arpegios, utilizando su boca como único instrumento musical. Después aprendiste a tocar armónica con la misma destreza que el silbido. Hace algunos años te regalé una, con el propósito de que te aprendieras y me tocaras un vallenato y sabes? que me lo quedaste debiendo.
Según la mitología pagana de los nórdicos, cuando un vikingo moría, iniciaba un largo viaje en una barca que en compañía de las valkirias sería llevado al “valhalla” donde en una gran mesa sería recibido por Odin, suprema deidad para ellos. El reunirse con Odin era para ellos una oportunidad tan magna, que ese viaje lo realizaban alegres y cantando hasta llegar al valhalla y se me ocurría que si tú tuvieras que realizar ese viaje, lo harías silbando alguna buena cumbia, ya que en ti se cumplía lo que decía 4:40, que hay un ruiseñor derretido en tu boca. Feliz y alegre viaje Pachiro.
P:D: No deseo terminar sin contarte un último comentario del “Palo de Mango”. Me contaba el Anón que en la madrugada del viernes soñó que dos veces le decían “párate que nos vamos”, pero no podía ver quien le hablaba. En la mañana la primera noticia fue la de tu partida y me comentó el Anón que probablemente fuiste tú quien lo invitaba a viajar, pero que si le hubieras aclarado sobre el viaje, el te hubiera solicitado solo un tiempito para comprar una pacha para el camino y te hubiera acompañado.
Desde el árbol de mango donde siempre evocaremos los recuerdos, estarás presente en tu pueblo y tus amigos.
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